Para ser un verdadero discípulo de Jesus, debemos demostrarle que Él es nuestra prioridad, debemos demostrarle que le amamos por encima de cualquier persona, por encima del trabajo o cualquier otra cosa que pueda tener importancia y que estamos dispuestos a cumplir su palabra.
Dejemos de vivir un cristianismo a la carta en el que escogemos que partes de la palabra aplicamos a nuestra vida y que partes no.
Sigamos a Jesus en cuerpo y alma, no es un camino fácil, pero sí enriquece nuestra vida y sobre todo nuestro espíritu.